Si tuviese que decir el lugar de Zamora que primero viene a mi cabeza, tendré que admitir que es la plaza de Viriato. Es el primer recuerdo infantil que tengo de la ciudad y es el lugar al que vuelvo, una y otra vez, cuando visito Zamora. Sé que no le hago justicia a la ciudad, puesto que las vistas del río Duero y de la catedral son incomparables, pero me vence el encanto que tiene esta plaza.

Está situada muy cerca de la Plaza Mayor y lo más característico de ella es la estatua dedicada al héroe Viriato en uno de sus extremos. Reconozco que lo que más me gusta de ella es el carnero. Si repaso los álbumes familiares, puedo ver mi crecimiento junto a ese animal: Zamarat con 5 años, con 9, con 12, con 16, con 28... En las últimas, en las de este año, las de los 31, estoy acompañada de mi madre y de mi chico.
A lo largo de los años, los edificios que rodean la plaza han ido cambiando: la actual Diputación es ahora un edificio moderno y las casas señoriales que había enfrente fueron sustituidas, en su día, por pisos de nueva construcción. A veces da pena pensar en las edificaciones perdidas, aunque la renovación también tiene sus ventajas.En otro de los lados de la plaza se encuentra el Parador de Turismo, construido en el antiguo palacio de los Condes de Alba y Aliste. Alguna vez hemos pasado allí la noche, pero lo que solemos hacer casi siempre es tomarnos allí el café de después de comer.
Sin embargo, lo que siempre me ha llamado más la atención de esta plaza son sus árboles. Creo que son plataneros. En verano, sus hojas la cubren casi por completo, creando una sombra más que apetecible en el duro calor zamorano.
En inverno, sin embargo, sólo podemos observar las tortuosas ramas, desnudas, abrazadas unas a otras.

[Esta última foto no es mía, sino de google: ahora me doy cuenta de que desde la era de las cámaras digitales no he ido a Zamora en invierno...]