Normalmente por este día suelo comprarme algún libro y, sobre todo, suelo regalarlo. Este año, obviamente, el destinatario de mi regalo ha sido mi chiquitín, que aunque todavía es pequeño ya cuenta con su propia biblioteca. Estos días está como loco con un libro de tela, con colores muy vivos, espejos, diferentes texturas... ¡Es encantador verle mordisquear las páginas!
Su abuela, que nos acompañó a la librería, le ha regalado el primero, el de Caillou y yo el de abajo: "Ardilla tiene hambre". Me hizo mucha gracia.
Además, en casa de los abuelos nos esperaba una sorpresa: mi madre había encontrado los cuentos de cuando yo era pequeña y nos los tenía preparados. ¡Cuántos recuerdos! Algunos de ellos están garabateados por mí... Ejem... Me temo que mi amor a los libros no estaba del todo desarrollado por aquel entonces...
Y por último, mi chico me trajo una sorpresa de Segóbriga, un yacimiento romano situado en la provincia de Cuenca donde había ido con el instituto: cinco marcapáginas y una libreta donde apuntar mis cosillas. No estuvo mal el día, ¿no?