HARTA de que mi profesión sea denostada una y otra vez.
HARTA de que sólo se nos relacione con las vacaciones de las que disfrutamos.
HARTA de que no se valore el trabajo diario que realizamos.
HARTA de que pretendan echarnos a la opinión pública encima.
HARTA de que me hagan sentir culpable por tener "trabajo fijo".
HARTA de que intenten jugar con mi vocación, como si tuviese que aguantar todo lo que me echen sólo porque me gusta mi trabajo.
HARTA de que insinuen que SÓLO trabajo 20 horas semanales.
HARTA de que jueguen con el futuro de mis alumnos.
HARTA de que se les llene la boca con "una educación de calidad" y supriman los desdobles de lengua y matemáticas.
HARTA de ver cómo mis compañeros se van a la calle y ni siquiera pueden denominarse "despedidos" porque su contrato acaba el 14 de septiembre. ¿"No renovados"? Para el caso es lo mismo.
HARTA de que me pidan responsabilidades por una crisis que yo no he provocado y que, en todo caso, no tiene nada que ver con la educación.
Soy profesora de Educación Secundaria en un instituto público; trabajo 37 horas y media semanales (si no me equivoco, estoy dentro de la media de cualquier trabajador, sea madrileño o no), pero en épocas de exámenes, cuando hago actividades extraescolares o ante determinadas circunstancias, éstas se pueden convertir en unas cuantas más. No me quejo: me gusta mi trabajo y considero que invertir parte de mi tiempo en mejorar mis clases favorece después mi trabajo en el aula. Es la profesión que elegí y sé que lleva incluido el trabajar en casa.
Entre esas 37 horas y media semanales se incluyen las reuniones con los compañeros de departamento, con el departamento de orientación o las guardias. También están incluidas ahí las ya famosas "horas de docencia": esas son las horas que estoy directamente con los alumnos. Este año ya he impartido 20 horas y no 18, como debería ser habitualmente; no me quejo, entonces, por ello, sino por las consecuencias que este aumento generalizado provoca: mayor número de alumnos en clase, supresión de los desdobles, impartir materias que una no domina, supresión de tutorías con alumnos... Y todo por ahorrar 80 millones de euros (que dilapidarán en cualquier otra cosa) al dejar sin trabajo a 3000 profesores, que en algunos casos llevan 20 años en esto. Resumiendo: un ataque directo a la educación pública. No quiero ser partícipe de esto. ¿Me tacharán de irresponsable por hacer huelga? Lo responsable es defender algo en lo que se cree.
Día 1 de septiembre, vuelta al trabajo, vuelta al instituto: exámenes y evaluaciones. A día de hoy, aún no sé dónde trabajaré este nuevo curso.