miércoles, 21 de septiembre de 2016

La mano invisible, Isaac Rosa

"Se oye el ris-ras-ris-ras de la paleta del albañil al raspar el cemento sobrante, el tomp-tomp de las cuchilladas sobre la tabla, el tac-tac-tac de las teclas golpeadas con furia, el clin-clin de las piezas redondas, cuadradas, triangulares y rectangulares, el risssss del folio al rasgarse, el treq-treq-treq-treq de la máquina de coser, el susurro sshh-sshh de la sonrisa telefónica, el clic-clic del ratón activado con nervio, el planc del capó al soltarlo en el suelo. [...] Percibe que cada vez se acoplan mejor unos con otros, como instrumentos que entran a su tiempo según lo marcado en la partitura hasta sonar como uno solo."
Si tuviese que describir las novelas de Issac Rosa con una palabra, tal vez la más adecuada sería "provocación": puede enfrentarnos a unos adolescentes acosadores, puede introducirnos en una habitación oscura o puede hacernos reflexionar sobre el trabajo, como sucede en este caso. Pero, en todas ellas, no deja indiferente.
El argumento de este libro es, aparentemente, sencillo: una serie de trabajadores han sido contratados para realizar su oficio en una nave industrial y han firmado, en su contrato, que aceptan ser observados por un público. Lo que no es tan fácil es su estructura, que va cambiando de narrador ofreciéndonos así diferentes perspectivas, ni, sobre todo, las reflexiones que suscita. Al igual que las otras obras que he leído de este autor, me ha encantado porque es diferente y porque, como decía al principio, provoca e invita a pensar.  
"No, ellos no estaban aquí por nada de todo aquello que alguna vez les prometieron que sería el mundo del trabajo: realizarse como personas, ganar una identidad, participar en sociedad, contribuir al desarrollo, aportar cada uno según su capacidad para recibir según su necesidad, aprender, crecer, sentirse plenos, encontrar su lugar en el mundo, nada de eso. Estaban aquí por el dinero." 
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Reto 25 españoles: 19º

martes, 6 de septiembre de 2016

León

Con esta entrada termino el "relato" de nuestro periplo veraniego, que después de haber vuelto al trabajo ya resulta muy, muy lejano. 
Aún teníamos algunas escapadas-regalo de la boda, así que decidimos aprovechar una de ellas en León. Habíamos estado hace unos años y nos apetecía volver. Además, por allí estaban unos amigos pasando las vacaciones así que era un buen momento para acercarnos. 
El niño está un poco harto de viajes en coche porque se le hacen muy largos así que esta vez nos fuimos en tren. Solo con lo que supuso esa aventura para él, ya mereció la pena.  
 En cuanto a la ciudad, le gustó mucho, sobre todo porque hay un tren turístico que le tenía loco (teníamos que comprobar continuamente si estaba aparcado o no) y la figura de San Jorge y el dragón en la Casa Botines le entusiasmó. Como veis, disfruta de las cosas sencillas. 
Y sencillo pero encantador es el parque del Cid, donde estuvimos un buen rato jugando al escondite y descansando de un calor sofocante. También nos llevamos en el recuerdo el Paseo de la Condesa, cuyos castaños ofrecen una sombra que esos días fue muy bien recibida. 
Así que en ese sentido el final de las vacaciones no ha podido ser mejor, aunque hayamos vuelto con algún kilito de más... (demasiado tapeo, sospecho...)

jueves, 1 de septiembre de 2016

Cuando éramos ángeles, Beatriz Rodríguez

"Pero la violencia es un camino de doble dirección que transita entre la ira y el miedo"
Un pueblo ficticio, Fuentegrande; una periodista "forastera" afincada allí y el asesinato de Fran Borrego: esos son los ingredientes del punto de partida de esta breve novela en la que no todo es lo que parece. El título hace referencia al momento en que el fallecido y su pandilla eran jóvenes, por lo que se irá mezclando alternativamente el presente con lo ocurrido en el pasado.
Conocí este libro gracias a Página 2 y me atrajo desde el principio. Sin embargo, no estoy del todo satisfecha con su lectura; puede que me esperase algo diferente pero el caso es que no he logrado entrar del todo en la historia. No obstante, me quedo con algunos fragmentos y la relación de las comidas hechas por Chabela, la dueña del hostal, con el estado de ánimo de la protagonista.
"La nostalgia de algo que todavía no ha terminado es, precisamente, la gestora del recuerdo, y un recuerdo no es más que la evidencia de un tiempo muerto".
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Reto 25 españoles: 18º